sábado, 7 de diciembre de 2013

Al final, no todo es sobre mi

La conexión que sentimos con nosotros mismos cuando nos comunicamos con los demás es muy difícil cuando venimos de una cultura y costumbres en las que nos enseñan a competir o prácticar la seguridad en nosotros mismos a costa de otros.

Cuando realmente nos desprendemos de nuestro propio ser, es cuando comenzamos a sentirnos libres y capaces. Es así como realmente llega esa seguridad en nosotros mismos y esa autestima que tanto se practica cuando comenzamos la adolescencia.

Esto es tan difícil pues muchas veces sin tener malas intenciones, nuestros comentarios están basados en vivencias que hemos tenido, en personas que conocemos o incluso en situaciones que planeamos o quisieramos vivir.

Antes la escuela invitaba a trabajar la competencia entre otros buscando ser superior que el compañero. Ahora la escuela moderna invita a practicar las competencias con nosotros mismos. Es decir,  siempre pensandolo en ser mejores que como eramos antes. Sin embargo, este trabajo continuo en ser mejores que antes implica también olvidarnos de nosotros mismos para pensar en los demás.

Como lo he dicho, normalmente no lo hacemos con una mala intención pero sí podríamos hacer un esfuerzo grande para cambiarlo poco a poco o al menos reducir este hábito de comunicarnos girando nuestras pláticas en algo sobre nosotros mismos.

Bien lo dice Miguel Ruiz en su libro de los cuatro acuerdos: "Se impecable con tus palabras". Cuando nos desprendemos de nosotros mismos y hacemos un esfuerzo por interesarnos en los demás, a pesar de ser un tema que no tiene ningún interés o peor aún, un tema que tiene todo que ver con nosotros, SIN relacionarlo con nosotros mismos, es cuando realmente experimentamos la libertad, el respeto, empatía y verdadero amor hacia los demás.

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